Más allá del modelo de que se trate, o de sus definiciones de acuerdo a la época, la familia es el ámbito deseable para el crecimiento de una persona. Sin bien no puede ofrecer una garantía de bienestar, brinda un lugar de pertenencia y referencia que rige la historia de la persona.
La particularidad del ser humano es su indefensión al nacer, por lo cual su desarrollo saludable precisa del sostén físico, psíquico y afectivo que otra persona pueda brindar.
Somos seres de relación, dependientes de amor y de presencia, pero el poder
arribar a la constitución del Yo y la independencia subjetiva es una conquista
que se logra a condición de trascender su procedencia.
En el curso de cada biografía inciden las variables de experiencias y situaciones, influyen los mandatos familiares, las determinaciones inconscientes, las identificaciones o las particularidades, las cargas transgeneracionales y los avatares u oportunidades que el contexto provea, pero siempre queda espacio para el azar y la originalidad.
La crianza comprende la creación, fruto del juego de la necesidad, la tensión y la satisfacción entre demanda y respuesta. Las posteriores relaciones familiares suelen portar los ecos de cómo fueron las vicisitudes en su comienzo, pero con la posibilidad de producir novedades de acuerdo a la realidad y a las características de cada persona.
Al ejercer la función de cuidado,
desde cada rol o vínculo diferente, no falta ocasión para que nos preguntemos
si lo estamos haciendo bien, o qué consecuencias pueden tener nuestras acciones
u omisiones. Se puede recurrir a la idea del ambiente facilitador que destacó
Donald Winnicott, que se refiere a la importancia de que la calidad del
ambiente en la crianza sea lo suficientemente buena como para propiciar el
proceso de la maduración. Dicha facilitación sucede a través de una suerte
de adaptación y acomodación entre el infante y su madre, padre y quienes
atienden y alivian tensiones vitales. Se requiere la disponibilidad de quienes
acompañan el desarrollo, admitiendo que ello no surge de modo absoluto ni libre
de contradicciones.
Es una trama inabarcable, por lo cual
será importante atender a las inquietudes y particularidades que presenta una
familia, y cada persona, en el espacio de consulta psicológica, para brindarle
la orientación y abordaje acordes a su problemática.
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