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Imagen Luis Colucci, acrílico sobre cartón |
Dada la conmoción general en este momento de incertidumbre y
preocupación ante la situación de la pandemia, es importante reflexionar al
respecto y reforzar la concientización de los cuidados y medidas de prevención
difundidas oficialmente para disminuir la propagación viral. Pero para ello
también es necesario evitar la desmesura que puede producir pánico o
reacciones contraproducentes.
El desconcierto que se vive (con aires de fantasmas apocalípticos) incrementa las tensiones y nos hace más permeables a la vivencia de angustia, las ansiedades o las obsesiones compulsivas. Es preciso comprender que, en esta ocasión, lo personal o lo particular queda excedido pero no por ello nos desreponsabiliza sino que, al contrario, nuestro modo de acción incide enormemente. Los eventos de similar magnitud ponen a prueba y desafían nuestras capacidades de afrontamiento.
El desconcierto que se vive (con aires de fantasmas apocalípticos) incrementa las tensiones y nos hace más permeables a la vivencia de angustia, las ansiedades o las obsesiones compulsivas. Es preciso comprender que, en esta ocasión, lo personal o lo particular queda excedido pero no por ello nos desreponsabiliza sino que, al contrario, nuestro modo de acción incide enormemente. Los eventos de similar magnitud ponen a prueba y desafían nuestras capacidades de afrontamiento.
El efecto de lo traumático
Desde el foco psicoanalítico, el temor excesivo, la idea de muerte
que amenaza, el riesgo de lo real, son
la alarma que activa la sensación de indefensión y primitivos desamparos de la
constitución psíquica. El trauma excede
a las capacidades de recursos subjetivos con los que cuenta cada bagaje
psíquico hasta el momento.
Las situaciones de alta intensidad que nos vulneran se escapan
a aquello que nos identifica en la singularidad de cada historia y la supera,
nos deja inermes, tal como sucede en situaciones extremas como guerras,
catástrofes naturales, accidentes graves, violencias, dictaduras, epidemias, desastres
que tienen efecto y consecuencia de arrasamiento material, físico, simbólico y
psíquico, experiencias que requerirán de procesamiento psicológico para
conseguir elaborar lo traumático.
Dicho esto, es claro que el atravesamiento o la
transformación de la experiencia luego fortalece la persona y permite que se
produzcan resiliencias vitales.
Hoy se solicita tomar distancia, evitar contacto corporal, suspender
actividades sociales, aislarse, con lo que se incrementa la sensación de
soledad y desamparo que afecta a diferentes trastornos psicológicos, limitando
la contención afectiva que habitualmente promovemos como factor esencial para
la salud mental.
Ante este escenario, bien vale el recurso de usar la tecnología
para mantenernos comunicados y acompañarnos; desempolvar libros o músicas;
redescubrir intereses de lo propio. También se abre la oportunidad de pensar/se
y hacer un registro consciente del cuidado preventivo.
El fenómeno que nos invade desorganiza nuestras pautas de
vida cotidiana, nos desestabiliza y vulnera, por lo cual se requerirá de la cohesión
colectiva junto a las decisiones
razonables que nos amparen ante lo que irrumpe masivamente.
La alarma, al ser global, nos vuelve parte y testigos de un
fenómeno inédito, extraño pero compartido social y mundialmente, lo que
puede brindar consuelo a la espera de una solución. Para que, más temprano que
tarde, el Coronavirus pase a ser una anécdota curiosa y se recuperen la libre
circulación, la aventura de viajar, el disfrute de la cultura y la riqueza de
los encuentros.
Lic Nora Spatola
Asociación CivilLa Causa
Asociación Civil