lunes, 24 de febrero de 2014

“Lo tuyo es psicosomático”

Algunas enfermedades quedan en una frontera difusa entre la medicina y la psicología.  Más aún cuando lo que ocurre físicamente no tiene un diagnóstico preciso o parece no tener una causa orgánica patológica o cuando la dolencia queda referida a ciertas situaciones en las que se dice estar “provocándolo psicológicamente”.  ¿Qué se podría aportar al respecto, con una síntesis condensada e incompleta, desde un punto de vista psicoanalítico?

Al atravesar momentos particulares como crisis vitales, accidentes, pérdidas, excesos,  irrupciones que pueden equivaler a efectos traumáticos, puede aparecer una emergencia dramática del cuerpo, y esto ocurre porque no pudo darse un procesamiento psíquico a dicha irrupción. Por ejemplo, puede surgir una crisis de angustia, más conocida como “ataque de pánico”, donde hay una serie de síntomas físicos como la sudoración, taquicardia, falta de aire, mareos, temblores, etc; o, en otros casos, puede ir gestándose una enfermedad autoinmune.
Los trastornos psicosomáticos pueden desencadenarse fruto de una situación traumática novedosa o ante circunstancias que reactivan viejos traumas y desnudan carencias de la constitución psíquica. El efecto excesivo del trauma provoca un desborde de las defensas que utiliza habitualmente el psiquismo, dejando al descubierto un cierto desamparo con regresiones a recursos defensivos arcaicos, apareciendo como reacción primitiva la descarga directa en el cuerpo en el intento de aliviar la intensidad invasiva del trauma. Este modo de defensa difiere del que se encuentra en el campo de las neurosis en general.

En las neurosis, el síntoma se caracteriza por significar una “solución de compromiso” para evitar el conflicto entre fuerzas opuestas, por ejemplo entre las pulsiones y las alianzas del yo, o entre la conciencia moral, los mandatos y los deseos. Entre lo prohibido y lo permitido. El origen conflictivo en las neurosis se remite a la etapa de atravesamiento del complejo de Edipo donde se instauran la terceridad y la ley. Los síntomas se presentan con el intento de dar un paso más allá de la dicotomía, ante la dificultad para superar el conflicto y admitir la ambivalencia afectiva o la contradicción. En su formación, por medio de la Represión se sofoca un deseo para evitar pérdidas mayores (para no perder el amor del objeto se renuncia a su satisfacción que pasa a ser prohibida). Los síntomas neuróticos se expresan (como satisfacción sustitutiva) deteniendo el tránsito en la bisagra de ese pasaje. Las tensiones no logran procesarse y el síntoma lo pone en evidencia en forma traspuesta. Se manifiestan inhibiciones, fobias, obsesiones, compulsiones, etc. que involucran el cuerpo de algún modo. En el proceso analítico los síntomas pueden indagarse y llegar a desactivarse al ser develados e interpretados, reconstruyendo el sentido traspuesto, dando elaboración simbólica representacional al contenido traumático, cualificando la cantidad.  Y el desafío será encontrar caminos de construcción de libertad donde recrear deseos y respuestas más allá de lo prohibido, en relación con un otro.

En cambio, en los bordes de la neurosis, la somatización surge ante situaciones para las cuales se carece de una elaboración psíquica, con falta de tramitación desde lo psicológico que ayude a dar sentido y que pueda favorecer otras respuestas o un procesamiento por vía mental, usando el pensamiento, las palabras, las emociones, el sentimiento, las representaciones, la memoria, o defendiéndose con los mecanismos de formación de síntomas descriptos.

Al hablar de emociones y sentimientos también se alude al cuerpo, el cuerpo con sus vivencias, su registro, sus sensaciones, sus diferencias, su historia, sus placeres, sus dolores, por ello, más precisamente, en las enfermedades psicosomáticas emerge el organismo. Y con él, algo que no logra articularse con la propia historia, que no puede asociarse, pensarse ni nombrarse. Algo desligado, algo escindido (escisión, mecanismo de defensa primario) que retorna como extraño en el cuerpo.

Con todo esto, muchas son las discusiones acerca de qué se puede hacer a través de la psicoterapia y el psicoanálisis, si es que no hay Palabras con las que se pueda trabajar. Hay posturas diversas y extremas, quienes sostienen que un paciente psicosomático es “inanalizable” y quienes apuestan al trabajo y lo enriquecen con desarrollos teóricos vinculados a esta clínica.
Entre estos últimos (no sin divergencias) se acuerda con que, si bien no se habla de los fenómenos psicosomáticos como parte de una estructura psíquica diferencial y, como refería anteriormente, una somatización puede sucederle a cualquiera en quien se vea vulnerado su equilibrio psicosomático, sí se coincide en una “predisposición” o características predominantes del funcionamiento mental en quienes padecen trastornos psicosomáticos notorios.  

Al distinguir algunas características de dicha predominancia se plantea que generalmente son personas que llegan a la consulta psicológica derivados por los médicos ante la emergencia de los síntomas, sin establecer conexiones entre su biografía y lo que padecen; en quienes se dan ciertas situaciones de riesgo y vulnerabilidad referidos a la falta de registro del agotamiento físico, del cansancio, falta de esparcimiento y sobre-exigencias de todo tipo (laborales; de imagen corporal; de consumo de sustancias, alimentos y/o productos); sobre-adaptaciones a las mismas exigencias; poco desarrollo de la fantasía o hiperrealismo; pobreza en la articulación verbal para describir sus estados; distorsiones perceptivas y semánticas; entre otras características. Presentan ansiedades con premuras de satisfacciones inmediatas, intentando cumplir con una imagen de un “yo ideal” omnipotente. Rastreándose además vínculos en donde la función materna fue “intrusiva” en algunos casos y “abandónica” en otros. Y la función paterna tuvo un carácter “ausente”. Resultando por ello insuficientes en el acompañamiento del desarrollo de la individuación subjetiva además de condicionar el futuro de las relaciones afectivas.

Se habla de una carencia en la constitución del psiquismo temprano (previo al atravesamiento del complejo de Edipo), un déficit en la vinculación primaria que determina los cimientos del psiquismo y cuyas fallas sostenidas y reiteradas producen marcas o vacíos con carácter de trauma. Con esto se remite al vínculo con el objeto primordial, la relación madre-hijo (la madre o quien ocupe esa función), ya que en esas primeras instancias el otro cuidador funciona como “barrera protectora anti-estímulos” ayudando al bebé a procesar aquello que proviene tanto del interior de su organismo como del exterior, y a lo cual, por su inmadurez o desvalimiento natural, no puede hacer frente, por lo que depende en forma vital de la acción de otro que pueda aliviar sus tensiones.
Toda esta labor, el inter-juego de tensión y alivio, de placer y displacer, de frustración y satisfacción, de tiempos y espacios entre una necesidad y su saciedad, es lo que va tejiendo el entramado mental desde las vivencias corporales y sus huellas mnémicas (las experiencias y sus inscripciones), sus ligaduras y las representaciones a que van dando lugar psíquicamente. Estas son las bases sobre las que va creciendo el desarrollo integral (biopsicosocial) que constituyen los pilares del sostén simbólico.
Por ello, cuando nos encontramos ante un hecho traumático, ya sea novedoso o reactivo, que trasvasa el armado psíquico-representacional, es que pueden emerger manifestaciones somáticas. Y éstas son más preponderantes en quienes hayan tenido  carencias durante la constitución de su narcisismo (entendido como el recorrido libidinal en dicha etapa temprana desde el autoerotismo hacia el desarrollo psicoafectivo del Yo). Aunque los vínculos prosperen o se redefinan a lo largo de la vida, la carencia primitiva de sostén relacional genera vacíos que un yo frágil rellena como puede.

Volviendo al anterior planteo, desde la psicoterapia psicoanalítica justamente se puede trabajar para recrear el entramado representacional carente. Ayudando a preguntar, a nombrar, a asociar, a articular, a ligar, a refundar algo que posibilite reintegrar el psique-soma. Desde el vínculo terapéutico filtrando un poco luz en zonas oscuras, abriendo espacios de intercambio, matizando, desarmando y reconstruyendo, recreando y creando en la labor analítica.

                    Lic. Nora Spatola 
Directora de Asociación Civil La Causa

                                 

miércoles, 12 de febrero de 2014

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